miércoles, 9 de junio de 2010

SABATO

Hoy es Miércoles 9 de junio de 2010, y el señor Ernesto Sábato sigue vivo. Hace ya varias semanas, varios meses, que reviso los diarios regularmente esperando leer la noticia de su muerte, esa noticia que, además de entristecerme, va a generarme cierto enojo conmigo mismo, ciertas puteadas en voz alta, quizás incluso algunos golpes autoinfligidos: "Sábato murió y vos (yo) no fuiste (fui) capaz de ir hasta su casa, no fuiste capaz de tocar el timbre, de pedir entrar a verlo, aunque sea cinco minutos, aunque no medien palabras, aunque las palabras ya no existan para ese hombre de cien años. La distancia no es excusa, él vive en Santos Lugares y yo en Vicente López; la verguenza o el "descaro" tampoco; algunos conocidos lograron tomar un té con él o simplemente compartir un silencio, sin tener más credenciales que la literatura de aquel genio entre sus lecturas predilectas. Las probabilidades de fracaso son altas, pero tampoco son excusas: el no ya lo tengo y eso lo sabe cualquiera. Queda el miedo, sólo eso. ¿Cómo le permito al miedo llevar nombre de excusa?

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